La cocina de Hora de soñar

Publicado 18 septiembre, 2019 por Marhya en De cocina y literatura, Literatura / 0 Comments

Hace unos días os hablaba de la novela Hora de soñar, de Kristan Higgins, y de cuánto me había gustado. Hoy quiero hablaros de la gastronomía en esta novela. Hacía tiempo que tenía la sección de cocina de novelas muy abandonada, pero no por gusto, sino porque mis últimas lecturas no se prestaban a participar en ella. Sin embargo esta novela me lo ha permitido de nuevo.

Es normal que la novela tenga cabida en esta sección si tenemos en cuenta que sus protagonistas, Lucy y Ethan, se conocieron estudiando cocina, precisamente. Y que el difunto marido de Lucy y hermano de Ethan era chef de cocina italiana en un restaurante familiar que aún poseen sus padres. Además Lucy que procede de una familia húngara trabaja con su madre y sus tías en una pastelería y se dedica a hacer pan. Así que ya puedes imaginar la importancia de la comida en este contexto.

Lucy disfruta cocinando postres y desearía tener un negocio propio en el que pudiera dedicarse exclusivamente a esto. Sin embargo, desde que enviudó, es incapaz de disfrutar de sus propios platos. Eso sí, le gusta cocinarlos para los demás. Y embarcarse en esa tarea es su válvula de escape cuando ya no puede más.

Así cualquier glotón aficionado a la cocina (¿cómo? ¿yo?) puede imaginarse preparando y degustando algunas de sus delicias. Como el brioche de albaricoques o los profiteroles con salsa caliente de avellanas y moras. O los crujientes de arándanos. O la mousse de mango y piña con glaseado de frambuesas.

Crear y preparar postres le ayuda tras un día horrible, y así prepara delicias como la tarta de chocolate con leche con centro de chocolate negro y moca con una ganache de expresso y pasta de almendras. Y es inexcusable con una cita, para la que prepara, además de unos ricos bocadillos de pan de centeno con pavo, aguacate, bacon y mayonesa aderezada con eneldo y cebollino, una impresionante tarta de chocolate con cobertura glaseada de avellana y capuccino de un centímetro de grosor.

En los sueños de la protagonista esta tiene su propio negocio de postres y cafetería en el que prepararía creaciones como tarta de limón y coco o tarta de nueces de pecana con crema agria. Y, por supuesto, tarta de chocolate con glaseado de moca y relleno de crema de avellanas.

Lucy cocina en los buenos y en los malos momentos. Pero no son solo sus platos los que aparecen en la novela. Gianni´s, el restaurante de sus suegros y en el que hace unos años Ethan le presentó a Jimmy, el que fue su marido, es otro escenario recurrente en la historia. Allí se sirven delicias con toque italiano como los gnochis con salsa de vodka de su difunto esposo o el tiramisú especialidad de su suegra.

Ethan conoció a Lucy en la escuela de cocina y aunque no se dedica exactamente a ello sigue cocinando. Entre sus platos el pollo al marsala o las berenjenas a la parmesana.

Además, hay otras recetas no tan apetitosas, como las galletas de calabaza incomestibles y duras como piedras que las tías de Lucy llevan a todos los eventos. O la cocina húngara que preparan con cariño como los mezeskalacs, unos deliciosos pasteles de miel aromatizados con jengibre y nuez moscada.

En mi cuaderno de nombres de recetas de novela también he apuntado otras, entre ellas las tartaletas de pera con nuez moscada recién molida y ralladura de limón, reducción de whisky con confitura de arándanos y jengibre en el centro. O el pan de canela y pasas con glaseado de mantequilla tostada con Jack Daniels. Y el sabayón de amaretto, entre otros.

Como veis, la cocina de Hora de soñar es tremendamente sugerente. Y aunque la repostería no es lo que más me gusta cocinar ni tampoco comer, dan verdaderas ganas de meterse entre fogones y animarse a reproducir alguno de estos platos al gusto personal. Quizá cuando termine el verano. Os iré contando.

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