Un sueño en París, de Enrique García Díaz. Un libro ambientado en la capital parisina con el telón de fondo del mundo de la gastronomía en las cocinas de un gran restaurante. Tenía todo para gustarme. Y sin embargo, me ha dejado fría y me ha decepcionado mucho. Me ha costado leerlo porque he sido incapaz de sentirme dentro de la novela y creerme lo que estaba leyendo. Lo he terminado con esfuerzo. Una verdadera pena.
Diane es una joven que sueña con ser un gran chef. Su gran oportunidad llega cuando consigue un puesto en Scaramouche, un restaurante de prestigio y con solera, que está en horas bajas.
Sebastien es el dueño de Scaramouche, el restaurante que inauguró su abuelo y elevó de categoría su padre. Ahora él está al frente y parece que está llevando a la ruina este legado familiar y emblema de la gran cocina clásica parisina. Pero quizá la llegada de Diane lo cambie todo. Incluso su vida personal.
Como digo, esperaba mucho más de este libro. Y por diversos motivos. Empezaré por lo más obvio que es la trama en sí y la relación romántica que teóricamente es lo importante de la novela. Me ha dejado totalmente fría. No me ha resultado interesante, ni atractiva. No sé si es por mi gusto personal que no ha llegado a tocarme el corazón, o porque le falta alma. Pero la verdad es que ha sido así.
Incluso al final casi de la novela, y tranquilos que no va un spoiler, una decisión supuestamente errada del protagonista a mi me parecía la más acertada, respetable e incluso romántica. Pero bueno, dejemos esto a un lado.
Una de las cosas que más me atraía de la novela era la ambientación en una cocina de un gran restaurante de París. Podía haber sido en una tasca en Cuenca, porque la verdad es que lo otro lo sabes porque lo repiten hasta la saciedad, pero yo no lo he visto por ningún lado. Cuando casi al principio de la novela veo que para cambiar la presentación de un plato y hacerla más atractiva (y os recuerdo que estamos hablando de un restaurante de cocina tradicional francesa que llegó a tener una estrella) la cocinera o chef, va y corta por la mitad unos rollitos, los pone en un bol encima de un montón de lechuga, le pone ¡¡vinagre balsámico!! y pone el cuenco encima de unas servilletas de papel en un plato. ¡¡Y la llaman de una mesa para felicitarla por la presentación de los platos!! Como amante de la cocina casi me da un jamacuco al leer esto. Ganas me dieron de dejar el libro en ese momento, por decirlo suavemente. Pero pensé que con el tema de la cocina soy un poco radical y seguí leyendo. Hasta el final.
Ya he dicho en otras ocasiones que a veces tengo una vena de lectora masoquista…
En realidad debo decirlo: toda la parte relacionada con la gastronomía me parece un despropósito. Desde cómo supuestamente se dan las estrellas (que no nombra Michelin pero se da por supuesto, aunque a lo mejor es mucho suponer) y funcionan los inspectores de la misma, que deja claro que el autor no se ha documentado al respecto. A la forma de conocer el menú y la forma de elaborarlo el primer día. A partir de ahí, y dado que en el otro plano tampoco me resultaba muy interesante, me desvinculé casi por completo de la trama. Y claro, de esa manera no se puede disfrutarse una novela. Podría mencionar otras pegas del estilo pero sería ahondar en lo mismo y no tiene sentido mencionar aquí todos los detalles que hacen que no puedas creerte lo que estás leyendo.
Y para rematar, me ha aburrido terriblemente el tema de la mujer chef. Si la novela estaba ambientada hace años no se refleja en nada más de la historia. Pero todo el rato se lo pasan repitiendo que si “¡hala una mujer chef! ¿En serio?”. Que sí, que ya sabemos que todavía hay muchos más hombres que mujeres en las cocinas de los grandes restaurantes y un tufo machista demasiado habitual. Pero no hasta el punto de que nadie se eche las manos a la cabeza porque haya una mujer al frente de una gran cocina. No nos pasemos. Pues el tema es repetitivo hasta la saciedad, y de un modo que parecería que estaba ambientada hace 50 años.
En fin, no te cuento más. Quizá a ti te guste. A mi, ya lo ves, no me ha llegado. Una verdadera pena.
Pues fíjate que nos daría para escribir una novela de las buenas Marhya con estos “ingredientes” literarios… Anda que con las grandes mujeres chefs de ambos países hay para tomar inspiración, de Carme Ruscalleda o Fina Puigdevall a Anne Sophie Pic o Hélène Darroze… Ya sabes que toca, a escribir :o) Con los años que llevo diciendo que quiero escribir una novela…
Por cierto, parece que las entradas de bloglovin se han regulado entre ayer por la noche y esta mañana. Crucemos los dedos!
Besos,
Palmira
No sabes qué alegría me das, Palmira, porque vaya pesadilla con bloglovin.
Si supieras lo que tengo escrito en archivos y cajones… mi padre siempre me empuja a publicar, pero la verdad es que con lo exigente que soy con lo que leo, ni te cuento con lo que escribo. Me temo que se quedarán en familia para siempre 😉
¡Un besazo, guapa!!!