Sorprendentemente una de las aparente novedades de Ediciones B este mes es una novela ya publicada hace un año y medio largo. Ahora se publica como “No me dejes marchar”, entonces se hizo como “Las nueve vidas de Jeremy”. Bajando tan sólo une euro el precio de venta (¡16 eurazos cuesta!)y sin más excusa que la afirmación de que se equivocaron con el título y portada y pasó demasiado desapercibida y así se verá más, la misma editorial vuelve ahora a publicar aquella novela sin siquiera pasarla a bolsillo, así, en grande, con todo el morro.
Y encima la novela ni siquiera es buena. O, al menos, a mi así me lo ha parecido.
El día de su 20º cumpleaños, el tímido Jeremy declara su amor a su amiga de la infancia, Victoria, y es rechazado por ella. Humillado y hundido, decide acabar con su sufrimiento suicidándose. Así que se traga un buen número de pastillas y cae en un espeso sueño…
A la mañana siguiente, Jeremy se despierta junto a Victoria. Al parecer ha pasado un año de su suicidio o según parece de su tentativa de suicidio. ¿Pero por qué no recuerda nada de lo ocurrido durante ese año?
Sin saber muy bien cómo ni por qué, Jeremy sólo parece despertar a la vida en el día de su cumpleaños, pero ni tan siquiera todos los años. ¿Por qué? ¿Qué significa eso? ¿Y por qué cada vez descubre parcelas de su vida y de su personalidad que más le molestan?
Con un punto de partida ya muy visto tanto en la literatura como en el cine, el libro si es original en algo: te deja un mal sabor de boca después de leerla de mucho cuidado. Aunque me enganché enseguida a la historia y dado que apenas consta de 206 páginas, me la he leído en una tarde, pero cada vez más desapegada de la historia hasta llegar a un final… horrible, por ponerle un calificativo benévolo.
Odio las novelas que tratan de adoctrinar o quieren inculcar una moralina pasada de fecha, y ésta es así, ya lo vas oliendo a medida que avanza, pero con el final terminas por cabrearte y si no he tirado el libro por la ventana es porque no hay que ensuciar las calles y porque me da pena que algún incauto pase por allí, lo coja y decida leerlo. No soy tan cruel con los desconocidos.
Supuestamente Thierry Cohen escribió esta novela después de que un amigo suyo se suicidase. Si fuera hiriente diría que no es de extrañar con amigos con semejantes pensamientos, como trato de no serlo diré que este señor debería hacer por los potenciales suicidas algo mejor, por ejemplo dejar de publicar semejantes alegatos… ummm, ¿cómo calificarlos? En fin, es tan alucinante que creo que me he quedado sin palabras para describirlo. Odio los dioses castigadores sean de la religión que sean (en este caso el protagonista es judío pero lo mismo me da, que me da lo mismo). Y odio esa desesperanza que si la lee un suicida como su amigo, en lugar de entrarle ganas de vivir, le dan más ganas de terminar con todo a pesar del castigo. Hubiera tenido sentido si ese era el motivo de escribir la obra una novela esperanzadora que invitase a amar la vida, pero ¿querer vivir por temor al castigo divino? ¡Anda por favor!
En fin, que mejor gastaos el dinerito de la novela en unas cañas con los amigos o algo semejante, no merece nada la pena. Pero nada de nada.