Hace unos días os contaba lo mucho que me gustó la novela de Milly Johnson, “El club del pudin”. También os dije el porqué del título, que nada tenía que ver con la cocina y si con el embarazo de las protagonistas y una expresión popular británica. Pero en la novela, si que hay una presencia importante de la gastronomía, que la autora utiliza como comodín para mostrarnos la personalidad y la forma de actuar de algunos de sus personajes, su estado de ánimo en un momento determinado o para ayudar en la ambientación.
También es una forma den en algunos momentos de la historia, mostrar cierta cotidianeidad, de mostrarnos a las protagonistas como mujeres con las que identificarnos o a las que sentir cercanas, y de hacer ver cómo entre ellas la camaradería y la amistad que forjaron desde el colegio llega hasta lo más normal del día a día.
Sería imposible nombrar todos (y además algunos podrían desvelar demasiado de la trama) y cada uno de esos instantes y escenas, pero os dejo con unos fragmentos que os pondrán doblemente los dientes largos; por los suculentos platos que nombra y porque os darán ganas de descubrir la novela.
“-Hay sándwiches de huevo y berros, de ternera y rábanos picantes, de queso de cabra y tomate… -Empezó a enumerar Helen mientras se restregaba los ojos, haciendo ver que se le había metido algo en el ojo-… panecillos rellenos de salchicha, huevos picantes rebozados, rollitos de pollo, bizcocho de limón, tartaletas, pastel Victoria, patatas fritas, galletas saladas, una salsa de humus y cebolla para mojar, fresas bañadas en chocolate negro, coca-cola light y vino.
-¿Eso es todo? -dijo Elizabeth y Helen estalló en una carcajada, recuperando de nuevo el buen humor”.
“¿Qué estás cocinando? Huele muy bien -. Le dijo Elizabeth a Helen mientras pensaba en lo pálida y frágil que parecía.
– Cóctel de gambas, cigalas en salsa y pastel Black Forest.
– ¡Oooh, maravilloso! -gritó Janey.
– Está bromeando, sólo es algo de pasta”.
“Tenía tiempo de sobra antes de su primera cita y se metió en una pequeña cafetería italiana para tomarse un aromático café con crema, que más bien parecía un pudín, y una rebanada de pan muy tostado con mucha mantequilla. Por la ventana observó cómo el mundo de los trajes y los maletines que contenían ordenadores portátiles seguía su curso sin ella”.
“Una camarera jorobada al estilo de la Señora Overall llegó y tomó nota: té de fresa y un gran pastel de pasta choux llamado Pie de Elefante para Elizabeth y Helen. Miraron a Janey esperando que pidiera el habitual pastel integral que sabía a aserrín con una porción de la margarina más ligera, pero las sorprendió.
-Que sean tres -dijo. y obtuvo el aplauso de sus amigas”.
“La colada se agitaba al viento como las velas de un barco, y mientras se secaban, se dispuso a preparse un almuerzo ligero. Cogió una aceituna del tarro que había en la encimera amarillenta mientras le ponía mantequilla a la tostada, y después cogió otra más. No sabía qué le había impulsado a comprarlas porque no había comprado un tarro de aceitunas en toda su vida, pero mientras recorría el pasillo del supermercado parecieron llamarle, con aquel aspecto tan lustroso y suculento, con sus rellenos colorados. Desde entonces se las comía como si fueran patatas fritas, y pensó que quizá se trataba de uno de esos antojos que siempre había considerado un tema de broma, creado por escritores de comedias para que pudieran burlarse de lo locas que se vuelven las mujeres durante el embarazo”.
Pues mira que el pastel victoria ahora se me ha antojado a mi jejeje Me parece una novela excelente, con estas frases se nota el estilo de la autora y es muy prometedora…
Aunque durante el embarazo la única cosa que se me antojó fue…¡caldo de pollo aneto! Increíble pero cierto jejeje No daría materia para una novela digo yo :o)
Besos,
Palmira
jajajaja, bueno, peor hubiera sido mojar sardinas en leche condensadda y cosas así que he oído que hay a quien le pasa, jajajaja.
Un beso, gauapa.