Aunque es una parte de la historia que no vemos en “Casablanca”, sabemos que Rick e Ilsa se conocieron y se convirtieron en amantes en París, ya durante la ocupación de la ciudad por parte de los nazis. Eran tiempo de lucha y de vivir el momento, de restricciones y de guardar secretos. Un ambiente y unos personajes propicios para fantasear con ellos.
¿Puedes sentir el frío del anochecer, las corriente de aire en aquella buhardilla que ahora es coqueta pero que no era sino la espartana estancia de un cínico soltero, sin arraigo en ninguna parte? Titilan las llamas de unas velas a medio consumir, no se sabe bien si encendidas por las restricciones o para dotar de un toque romántico a la pequeña mesa de madera, cuya pata más corta se posa sobre un recorte de periódico bien doblado de varios años atrás. Volutas azuladas del humo del cigarro que el hombre sujeta entre sus dedos, ascienden para mezclarse con los maravillosos olores de la sopa que reposa en el centro de la mesa.
Elegante ella, elegante él. Elegante el mantel de lino bordado que Ilsa trajo en su maleta desde ese lugar del que nunca habla, recuerdo de su madre, quien lo heredó de su abuela a su vez. No lo son tanto la vajilla ni los cubiertos, pero ambos se sienten más cómodos y felices que si estuvieran cenando en el mismísimo Ritz, ahora convertido en centro de operaciones local de la Lutwaffe. Por la radio, encendida bajita, suena una canción que bien podrían bailar muy apretados.
La sopa se preparó con mimo de amante. Lleva zanahorias, patatas, remolacha y nabo, picados tan finos que casi se han convertido en una crema durante la cocción. Tiene un toque de hierbas frescas, las que crecen en macetas en el diminuto patio interior del edificio, que un exiliado italiano o español, no lo saben con exactitud, plantó y no pudo ver crecer. Y un chorrito de créeme freiche; un lujo en estos días complicados, pero nada que no se pueda obtener si se sabe con qué y con quién negociar.
En un plato de porcelana espera, para después, un generoso trozo de pan aún tierno, una pequeña porción de queso y un tarro a medio terminar de mermelada de ruibarbo que es un tesoro en un momento en que el azúcar está racionado y a precio de oro en el mercado negro.
Pero qué más da. Cuando están juntos, ninguna de esas cosas cotidianas es importante. Sólo existen ellos, el hoy, el instante. Y no pueden ni imaginar que en un futuro no tan lejano, se despedirán en un aeropuerto en niebla recordando esta ciudad que hoy es testigo de su amor. “Siempre tendremos París. No lo teníamos. Lo habíamos perdido hasta que viniste a Casablanca; pero lo recuperamos anoche...”
hummm Casablanca, mi película favorita, me has metido de lleno en ella, y esa cena.. puedo imaginarmela, ese esmero de amante, ese disfrutar del instante sin importar nada más, ese mantel de la abuela, esos pequeños caprichos, el placer, el amor, la vida… tocala otra vez querida Marhya!
😉
Un beso, guapa!!!
¿Puedes creerte que NUNCa he visto esta película? Aunque conozca algunas frases míticas de la peli y su caratula, pues me acabas de recordar una cosa pendiente en mi vida jejeje Tengo que mirar si la dan en algún cine del Quartier Latin en París!!
Besos guapa,
Palmira
Palmira, tienes que ponerle remedio pero ya!!! Jajaja, tanta expectativa, al final no te va a gustar, que es lo que suele pasar en esos casos. 😉
Besos.
La vi hace muchosssssss años, me gustaria verla de nuevo, lo has recreado muy bien, sabes escribir de maravilla.
besos
Muchas gracias, Luisi!!
Un beso.
¡Ay Marhya a quien no le gusta una cena romántica a la luz de las velas!.Mira no quiero imaginarme el frío del anochecer, ni tampoco la corriente de aire, prefiero imaginarme con quien cenaría yo de esa manera. ¿Lo bueno? Que lo tengo a mi lado y disfrutando de la paz de mi hogar. Por cierto hace mucho tiempo que no veo Casablanca y con tu preciosa descripción me has animado a que cualquier rato de éstos me acerque al video club a cogerla para volver a verla. Besos guapa.
¡Qué bonito, Lucero! Disfrútalo.
Un beso.
Una simple sopa y una buena compañía… para qué más!! y si no es París, será Zaragoza o Pamplona. Lo importante es estar juntos e intentar ser felices.
¡Claro que si!
Un beso, guapa.
Yo tampoco la he visto pero vamos, has hecho la descripción de la cena de una manera genial y muy vívida. Sé cómo termina y siempre he sentido enorme curiosidad por saber por qué no acaban juntos, ¿me lo cuentas en un privado, por favor?
En la película no se ve París, se sabe que se enamoraron allí pero no se ve, así que todo queda a la libre imaginación.
Ahora te mando un correo y te lo cuento.
Besos.
[…] Si me sigues hace tiempo, ya sabes que me gusta. Hace un par de años, más o menos, escribí Aquella cena romántica de Rick e Ilsa en París. Con esto ya digo bastante de un clásico que me niego a creer que todavía haya quien no ha […]