Hoy quiero hablaros de la cocina en la preciosa novela Una casa en Thornwood, que he leído días atrás. La autora maneja muy bien los platos que nombra para crear ambientes o introducir situaciones, o para que veamos la forma de vida de las personas. Me gusta mucho cómo lo hace y enriquece la novela, la ambientación. No son cosas metidas con calzador así como así, tienen sentido.
La novela transcurre mayoritariamente en 2006 pero tiene partes que hacen referencia o transcurren en el pasado; una parte durante la 2ªGM y recién terminada ésta. Y en ambas la mención a platos o preparaciones tiene sentido para ver cómo viven los personajes o para desvelar una parte de su personalidad. Así vemos la sopa con picatostes con la que una madre trata de levantar el ánimo triste de una niña, aunque acabe sin ser degustada o las tartaletas con nueces pacanas que una mujer compra como regalo para si misma por un día especial. Asistimos a una barbacoa para conocer a unos vecinos y quizá futuros amigos en la que se sirven filetes de salmón marinados, pinchos de feta con guindilla y ensalada de patatas, pero también para quienes son vegetarianos hamburguesas de lentejas y salchichas de soja. Descubrimos la deliciosa tarta de queso de una abuela o sus galletas de merengue y coco o el pan ácimo que aprenden a preparar en un campamento escolar las niñas de la historia. Vemos un delicioso y sorprendente pudin de dátiles o unas exquisitas trufas con cerezas maceradas dentro que enamoran.
La novela transcurre en Australia y la Navidad tiene lugar en verano, por eso la comida que se sirve en la mesa de celebración poco tiene que ver con la que es usual por estos lares. Así la madre e hija protagonistas de esta historia tienen en su mesa patatas crujientes, cebolla con zanahoria caramelizadas, pollo asado aderezado con hierbas, salsa de cerveza, ensalada… pudin de ciruelas con una moneda de 6 peniques dentro y un montón de helado de vainilla con nata.
En las miradas al pasado, se ve que la guerra no fue igual para todos y que en una parte de Australia, entre quienes vivían en granjas y podían trabajar la tierra, no se pasaba hambre, ni siquiera en los peores momentos. Así vemos que algunos en esos momentos de guerra y de inmediata postguerra podían comer platos tales como tartaletas de pasas de masa crujiente, estofados de pierna de cordero con maíz del huerto y guisantes, costillas y patatas fritas, estofado de carne genuina y pudin de sagú y ruibarbo escalfado…
Como veis, un montón de platos interesantes y algunos más que ya llenan mi libreta de recetas de novela y que dentro de poco, quizá, probaré.