Si hace unos días os hablaba sobre la novela El pájaro Espino, hoy quiero hablaros de la cocina en la novela. Como en tantas otras novelas, las referencias culinarias sirven para enriquecer la ambientación y que podamos hacernos ideas del nivel de vida o la forma de vida de algunos personajes o de su forma de ser y actuar.
La novela comienza en 1915 en Nueva Zelanda. La familia protagonista no pasa hambre, pero lleva una vida austera y tienen que trabajar mucho para mantenerse aunque viviendo en una granja y trabajando para granjas de mayor tamaño que la suya, no les falta comida a la mesa, si bien nada lujoso. Así sabemos que comen cosas como bocadillos de jalea de grosella casera o rebanadas untadas con una gruesa capa de mantequilla y dicha jalea y el clásico estofado.
En un día especial, no les falta una buena comida para compartir en familia: "Los platos eran grandes y estaban literalmente llenos de comida: patatas hervidas, carne de cordero y judías cogidas el mismo día en el huerto, todo ello abundantísimo. (…) Rebañaron sus platos con pan, y aún comieron después varias rebanadas untadas con una gruesa capa de mantequilla y jalea de grosella casera. (…) Donde puso, en platos soperos, grandes cantidades de bizcocho muy dulce y adornado con compota. Después, vertió un río humeante de crema en cada plato. (…) – ¡Oh, que bien! ¿Dulce de confitura! -exclamó Meggie hundiendo la cuchara en la crema para que saliera la compota y rayase de color rosa la superficie amarilla.
-Es tu cumpleaños, Meggie -dijo su padre, sonriendo-. Por eso ha hecho mamá tu postre favorito".
Cuando la familia Cleary, los protagonistas, llegan a Australia, y aunque allí sólo van como empleados de su rica familiar, llevan una vida más desahogada económicamente que se nota en los platos que degustan en ocasiones especiales como el exótico marisco de Sidney, los pastelillos de langosta y las fresas con champán francés.
En el abrasador verano australiano, la vida en una granja ovejera tampoco les resulta fácil, pues ellos no viven en la opulencia de la dueña, Mary Carson, su familiar. "Parecía que el mercurio no había bajado de 40º a la sombra en varias semanas, ni de día, ni de noche. La carne de buey era un recuerdo olvidado; sólo podía comer corderillos lo bastante tiernos para conservarse hasta el momento de comerlos. Sus paladares ansiaban desesperadamente un cambio, comer algo que no fuesen las eternas chuletas de cordero a la brasa, el estofado de cordero, los pasteles de picadillo de cordero, el cordero con salsa picante, la pata de cordero asada, el cordero cocido y la cacerola de cordero".
En mi libreta de recetas de novela ya he apuntado platos como el conejo estofado, el pastel de ciruelas, los pasteles blancos y rosas, los bizcochos de chocolate rebozados de coco, el budín de frambuesas, el cordero asado con muchas patatas fritas o la carne de buey en conserva. Quizá no tarde en probar alguna.
Pues a ver por cuál de estas recetas empiezas porqué suenan todas muy bien hehehe
Besos,
Palmira
Qué éxito esa novela cuando la pusieron por la tele!! fue una revolución entonces. Deseando ver esos platos en tu cocina me llevo el recuerdo del pájaro espino 🙂
Mil besos
Jajaja, Palmira, pues te voy a contestar al revés de lo que me preguntas, los que no voy a cocinar pronto; ni el marisco de la bahía de Sidney, ni los pastelillos de langosta. Ya de ahí… jejeje, espero hacer algunos.
Besos.
Pilar, yo era pequeña pero si me acuerdo de Richard Chamberlain vestido de obispo. 😉
¡Besos!