Hay novelas que pasan un poco desapercibidas entre tantas novedades editoriales pero que quien tiene la fortuna de fijarse en ellas y leerlas, las disfrutan enormemente y no las olvidan con facilidad. Una de esas novelas es “La magia de un día cualquiera”, de Ann Howard Creel, una preciosa historia ambientada en EEUU durante la 2ªGM y protagonizada por Livvy, una joven universitaria hija de un clérigo que tras una brevísima relación con un soldado destinado a Europa queda embarazada. Livvy es obligada por su padre a contraer matrimonio con un hombre al que no conoce y así termina emparejada con un granjero, Ray, un joven unos pocos años mayor que ella, bondadoso pero muy parco en palabras.
Livvy y Ray no tienen mucho que decirse; él trabaja todo el día y ella debe ocuparse de la casa, pero no sabe ni cocinar y realmente su mente está en otro lugar, siempre pensó que viviría una vida de viajes y descubrimientos quizá en Egipto pero nunca pensó que acabaría siendo la esposa de un granjero en mitad de la pradera. Dado que ambos jóvenes no tienen mucho que decirse y pasan poco tiempo juntos, la hora de la cena suele ser el único tiempo que comparten en el día. Y la comida sirve a la autora tanto para mostrarnos las actitudes y sentimientos contenidos de ambos como para mostrar su adaptación al medio o su evolución personal.
Livvy, estudiante de Historia no está preparada para ser ama de casa. No sabe nada de las tareas domésticas y debe aprender experimentando con las recetas de un libro de cocina tomado prestado en la biblioteca más cercana (“… preparé dos tortillas mexicanas siguiendo una receta del libro de cocina de la biblioteca…” , “… había intentado cocinar chuletas de cerdo, pero se me habían pasado demasiado y estaban duras…”). Incluso Ray tiene más mano que ella, ya que desde que su hermano menos murió en Pearl Harbour ha vivido solo, pero siempre están las cenas en casa de su hermana mayor, Martha, y los pasteles que la Sra Pratt le suele llevar los domingos a la iglesia. En una zona de granjas no falta el alimento aunque existen otras restricciones y gracias a que producen grandes cantidades de remolacha azucarera se libran del racionamiento del azúcar, lo que les permite disfrutar a menudo de dulces.
Ray se enamora de Livvy, y ella lo sabe aunque él es un hombre tan diferente del padre de su hijo que no puede imaginarse enamorándose de él. La comida sirve a menudo de vía para mostrar los sentimientos contenidos de ambos; el amor de Ray, la prevención de Livvy, sus esfuerzos por no darle pie a la esperanza, los estados de ánimo de cada uno de ellos: “… Pude oler como mi intento de lasaña italiana se quemaba en el horno y Ray acababa de besarme…”. Hay especialmente una escena (muy importante) en que el dolor de Ray, su frustración, y cómo evoluciona ese sentimiento se refleja en su actitud hacia la comida y que comienza así: “Al comer la carne asada, pude oír cómo se movía su mandíbula. Al comer las zanahorias, apuñalaba las rodajas con el tenedor como si estuviese pescando con arpón y, cuando bebió el café, sorbió con tanta fuerza que parecía un temporal. Al masticar parecía que tenía dados en la boca. ¡De qué manera el dolor de Ray se había transformado en ira!..”.
Martha, la hermana de Ray, también contenida aunque no tanto como su hermano, muestra su cariño a través de la comida, como cuando le regala un bizcocho de claras de huevo (“… comida ligerita para el bebé…”) o como en una escena hacia el final del libro, en un momento complicado para la protagonista “… Martha trajo pollo frito, patatas asadas y, por supuesto, postre…”.
Si hay un día culinariamente especial para cualquier familia estadounidense, éste es el de Acción de Gracias. Livvy pasa por primera vez ese día alejada de su familia, embarazada, con un esposo con el que nunca ha intimado y la familia de éste, con mil cosas en la cabeza y el corazón. “…yo llevaba varios días experimentando con el horno y con algunos platos de acompañamiento. Intenté hacer el pastel más simple, de natillas y calabaza, y dejé que Martha se encargase de la fruta y del merengue. Ella también prepararía el pavo y el relleno. Por la mañana temprano, Ray y yo colocamos los platos de guiso y los pasteles entre nosotros en el asiento de la camioneta y nos pusimos en marcha…”. “…Sentados a la mesa rezamos una oración de Acción de Gracias. Rodeábamos un festín de jamón y pavo relleno, ensalada de fruta y de frutos secos, puré de patatas con salsa y boniatos asados con malvaviscos…”. Y cuando cada miembro de la familia da gracias en voz alta por algo, al llegarle el turno a Livvy, ésta, que no espera tener que decir nada, contesta “… Las flores-. Dije de repente. -Por las amapolas de los campos de Normandía. Por los bulbos de tulipán que salvaron a tantos holandeses de morir de hambre…”.
¡¡Ay Marhya!!¡¡Me ha encantado la sinopsis del libro!! Y eso del pastel de calabaza y natillas…¿Cómo será? Me suena rarísimo.
Por cierto, ya sé que no puedes decirlo porque sería desvelar el final pero me encantaría saber si ella termina enamorándose de él….
Gracias por la recomendación. Un argumento estupendo.
Besos.
Gracia por tu visita a nuestro blog y por escribirnos unas líneas. Me ha encantado tu post y gracias por la recomendación
bss
Lola, yo me imagino que será calabaza de la dulce, o bien un pastel de calabaza con las natillas a modo de salsa base o bien que partiendo de unas natillas (leche, huevo, azúcar…) y calabaza cocida o asada se añade harina y levadura para hacer el pastel. Es curiso, ¿verdad?
Respecto a tu pregunta, pongo aquí un superspoiler. Quien no quiera saber el final, que se abstenga de seguir leyendo este comentario.
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(Si, ella termina enamorándose de él).
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¡¡¡besos!!!
Es una novela preciosa, Silvia, si te animas espero que disfrutes mucho su lectura.
Besos.
Gracias igualmente por tu visita, Tita, espero que si tienes la oportunidad de leer esta novela no la pierdas, segur que te merece la pena.
Un beso.
Como siempre, me has convencido. Creo que es un libro que me va a encantar, así que tomo nota.
Muchas gracias guapi.
Smuacksssssssss
Yolanda, creo que a ti te va a gustar mucho, ahora está descatalogado pero si lo encuentras, no dejes pasar la oportunidad. Además igual lo tienen en la biblio.
Besos.
[…] un tiempo leí “La magia de un día cualquiera”, de Ann Howard Creel, en la que se ve cómo viven recluidas algunas jóvenes de ascendencia japonesa nacidas en EEUU […]