¿Un thriller erótico en que la comida tiene cierta relevancia? Pues si, así es en la última novela de Shannon McKenna publicada en España, “Peligro extremo”. Y es que la pareja protagonista tiene que recurrir al engaño y la cocina para salvar la integridad física de Becca, nuestra heroína particular.
Cuando en mitad de una peligrosa reunión de un gran capo de la mafia ucraniana aparece una inocente joven ajena a lo que está a punto de ocurrir en la casa de al lado, al protagonista de la novela, infiltrado en la banda criminal para tratar de desarticularla, sólo se le ocurre una idea para evitar ver su tapadera expuesta y que la joven sea violada y torturada por ser confundida con una espía de una banda rival o una prostituta de alta categoría, y esa forma no es otra que decir que la ha contratado por sus dotes culinarias como cocinera personal del capo en cuestión mientras permanezca en la isla. (Puedes ver la sinopsis y mi opinión sobre la novela AQUÍ). Afortunadamente la joven en cuestión, Becca, no es de esas que no sabe ni freír un huevo, sabe manejarse en una cocina aunque no sea una cocinera profesional, ha cocinado desde niña para sus hermanos menores mientras su familia se hundía, ha trabajado como camarera en sitios lo bastante finos como para con un poco de labia disfrazar con palabras cuidadas una comida que quizá no lo es tanto y su fracasado compromiso la ha dejado con un montón de viandas que tenía que probar ese mismo fin de semana con su infiel ex-prometido para decidirse por el menú de bodas del catering, lo que la da algunos ingredientes más que interesantes para ponerse manos a la obra y que en el Vor (el malo malísimo de turno) prevalezca el apetito por la comida más que el apetito sexual que ella pudiera provocar en él, sin quererlo.
“Los platos de catering consistían en deliciosas viandas, casi todas de origen italiano, que habrían podido degustar en frío o en caliente; hubiera sido un magnífico tentempié en los interludios amorosos que mantuvieran en la cama. Embutido y carne asada, tomates preparados, verduritas a la brasa o gratinadas, ensaladas, quesos, frutas, galletitas saladas y bollitos. También había granos de café, leche y un molinillo. Y por último, la estrella del lote: más de un metro de cajas con las candidatas a tarta nupcial. Había muestras con cobertura de mantequilla, de limón o de caramelo de ron con nueces; las había con cerezas negras o impregnadas con mousse de moca, y por último la que contenía su ingrediente favorito personal: relleno de cabello de ángel con dulce de leche empapado en Grand Marnier. No podía negar que la volvían loca los dulces”.
“-¿Y cuáles son tus especialidades?
Le dolía la garganta donde él apretaba el dedo y apenas conseguía escucharse a si misma por el rugido que tenía en los oídos. Vio unos puntos negros bailando ante sus ojos; supo que se desvanecería en cualquier momento… Estaba a punto de desmayarse…
-Crêpes à l`orange -repuso, diciendo al azar uno de sus platos favoritos. Lo que le gustaba tomar cuando no se dedicaba a contar calorías. -Y si prefiere que no sea tan dulce, un soufflé regado con una crema de 4 quesos italianos, todo ello acompañado de pan casero, carne a la brasa y un refrescante coctel de frutas o vino espumoso Prosecco… “
“- ¿Qué habías pensado para el menú de la cena, Becca? -preguntó él en inglés.
-Un entrante a base de salchichas calabresas acompañadas de un surtido de quesos. Luego seguiremos con vegetales gratinados, tostadas al estilo Toscana con paté, salsa tapenade, pimientos asados, y champiñones sotto`olio -enumeró con rapidez-. Carne en rollo con pimienta, regada con un tinto Montepulciano, patatitas rojas con hierbas aromáticas y zanahorias glaseadas. De postre frutas exóticas en rodajas con salsa chantilly y café con tarta de chocolate al Grand Marnier”.
“Hacer la salsa para marinar. Adobar la carne con pimienta y hierbas aromáticas. Cortar los rabanitos. Picar el perejil, desechando la parte amarilla. Pelar y cortar las zanahorias hasta darles la forma uniforme de una bala…
No, esa era una mala imagen. Nada de balas. Arrancó de nuevo el enjambre mental, buscando otra vez aquel delicado equilibrio que había conseguido antes. Muy bien concentrada… en la tarea que se traía entre manos.
Venga, venga, venga, tenia que cocinar una comida fabulosa mientras un hombretón de ojos implacables la apuntaba con una pistola y otro la miraba como si quisiera comérsela”. ¡Esto si que es cocinar bajo presión, y no lo de Master Chef!
“Ella sonrió sin parar mientras servía los aperitivos.
-Comenzaremos con cuatro brochetas diferentes, acompañadas por un variado surtido de embutidos y quesos italianos. Seguiremos con calabacín al horno con menta y limón, berenjenas gratinadas, champiñones dorados y pimientos rellenos. Luego habrá obleas con fino fiambre de capicollo piamontés recubiertas con hojas de rúcula, todo regado con el mejor aceite pugliese. A continuación degustarán unas rebanadas de salami calabrés…
Exagerar y decir banalidades gracias a los conocimientos que poseía de buena mesa era un hábito muy arraigado”. Por salvar la vida, ¡quién no lo haría! Otros sólo lo hacen para aumentar los precios de la carta de su restaurante o para fardar con sus cuñadas en las reuniones familiares.
“Abrió la puerta del comedor bruscamente mientras ponía de nuevo en marcha el generador de emergencia. “Sonríe, sonríe”, se repitió para sus adentros una y otra vez. Los latidos de su corazón golpeaban en su mente.
Comenzó a servir la fruta con elegante experiencia. Un despliegue de piña por aquí, unas fresas brillantes por allá, rodajas de mango, pirámides de frambuesas… Vertió la crème sobre los pequeños trozos, dejando un montoncito a un lado. Con un leve giro de la cuchara vertió mermelada de moras en medio del montoncito, creando un remolino con forma de mariposa”.