Una de las (muchas) virtudes como novelista de Nora Roberts es su habilidad para crear ambientaciones totalmente diferentes entre si y todas muy reales. La novela puede transcurrir en Irlanda, en Nueva York o en una pequeña isla caribeña pero siempre te lo crees y la fuerza del lugar ayuda y mucho a creerte la historia que narra. En “La fuerza de la pasión” también ocurre así y dado que transcurre en el Sur de EEUU, en una pequeña localidad e Misisipi, no podían faltar las referencias culinarias.
En los estados del Sur la comida ocupa su lugar importante en la vida y no es algo que se coge deprisa de la nevera para saciar el hambre, la comida tiene un punto hedonista en ocasiones, reconfortante en otro, es la forma de transmitir el cariño de una madre o de conquistar a una pareja… En cierto modo es más parecida a nuestra concepción de la gastronomía, salvando las distancias. La comida casera es única y especial y siempre ayuda; es junto a la aceptación y el trabajo lo que un hombre cabal ofrece a un adolescente, casi un niño, cuando su vida siempre ha sido terrible y uno quiere ayudarle sin herir su orgullo de hombre en ciernes (huevos con jamón y panecillos calientes); es lo que las buenas vecinas preparan en un día abrasador a una madre que está sufriendo por la desaparición de su hija (helado de gelatina, limonada…); es lo que una mujer trata de cocinar para templar los nervios en la soledad de una noche oscura y terrible sin saber que pronto será capaz de lo que nunca había imaginado (pan de maíz); es lo que un domingo una empleada que durante 30 años ha cuidado, criado y amado como una madre a tres hermanos cocina para la mujer de la que está enamorado uno de ellos, ya un hombre, sólo porque sabe que él quiere ofrecer a la chica una buena impresión (jamón asado); es lo que se cocina para recaudar fondos para una buena causa a las puertas de la iglesia (tartas de limón…); es en torno a lo que se reúnen un grupo de amigos y con lo que quieren dar la bienvenida a los recién llegados al lugar (carne a la barbacoa, pan con mantequilla y pepinillos…)
Diversas escenas, momentos, personajes y preparaciones, sería largo nombrar todos y tampoco estaría bien desvelar algunas cosas para quien aún no haya leído el libro pero quiera hacerlo. Los sabores del sur son una parte importante en la ambientación de la novela y es imposible no sentirse tentada por ellos al pensarlo después.
Voy a ver si lo consigo por acá, nunca leí nada de ella y por lo que vi escribió un montón de libros! Gracias por la recomendación.
Cariños
Erika, a mi me gusta mucho esta autora, con lo prolífica que es tiene novelas mejores que otras, pero en concreto ésta es de las que he disfrutado mucho.
Besos.