Hace unos días (aquí) os hablaba de una novela apasionante, “Flores y sombras”. Una historia que además me ha ayudado a empezar a descubrir la cultura japonesa, que tan ajena me resulta. Y dentro de la cultura milenaria del país está la gastronomía, de vital importancia y que en la novela ayuda a transportarte a ese lugar y época, que forma parte importante de la ambientación. Así una puede imaginarse el bullicio de las calles donde los vendedores de tofu buscan clientes, las celebraciones de año nuevo donde no faltan el sake especiado y las tortitas de arroz o los caminos en los que podían cruzarse con “agricultores que llevaban cestas de verduras de invierno o ristras de caquis secos”, y de tantas y tantas escenas en las que está presente el té.
La novela comienza con una celebración de boda, la de la hermana de la protagonista, ¿tenéis curiosidad por cómo sería un banquete de bodas de la hija de un médico en el Japón de mitad del S. XIX? “… habíamos estado preparando un banquete desde hacía días: arroz con habas rojas, chirazushi, mochi, tofu aderezado de maneras diversas y un enorme besugo entero. Los invitados trajeron regalos: pescado sobre capas de hojas de roble, tortas de maíz dulce, umeboshi y otros manjares salados, abulones y chipirones, y toneles de sake enfundados en alegres envoltorios de paja…”. Bastantes capítulos y un tiempo más adelante asistimos a otro banquete de boda, en ese caso el de Tsuru, la protagonista y narradora de la novela. “…Otros invitados trajeron ofrendas festivas, el besugo de ojos saltones o tai (uyo nombre significa omedetai, felicidades), Kemp, bonito seco y sepia y muchos barriles de sake envueltos en paja”.
A lo largo de la novela descubrimos en diferentes escenas y situaciones diversos platos que no están ahí por simple añadido de letras y palabras, si no que muestran la cultura nipona, la época del año y hasta el nivel social de quien lo sirve o lo degusta. Y así pasamos por algunas preparaciones muy conocidas para el occidental y otras que no lo son tanto; soba, sushi, pasta dulce de habas, cuencos repeletos de arroz mezclados con mijo y verdura, pulpo estofado, gachas de mijo, cebada, anguila a la parrilla, berenjena frita…
Pero también a través de la comida podemos ver cómo ven los japoneses a los occidentales, concretamente a los británicos a través de uno de los jóvenes que viajan a Londres para aprender inglés, química y el moderno arte de la guerra. De él y su vida en Inglaterra leemos “… añora los sabores delicados del té japonés y mataría por un cuenco de arroz. Le han ofrecido platos de arroz aquí, pero uno está hecho con leche y azúcar y el otro, una mezcolanza de pescado ahumado con huevos, sólo se come en el desayuno”. Y prosigue “ los ingleses comen muchas patatas y pan. No tiene problema con ello, uno puede acostumbrarse al pan. Y la carne a menudo es la parte más sustanciosa de cualquier comida. También le gusta el jamón con huevos, la primera comida que degustó en Inglaterra, en el puerto. Su sabor quedó mezclado para siempre con el asombro, no solo por la enorme y negra inmensidad de Londres, si no también por que lo hubieran entendido en su rudimentario inglés y él a su vez comprendiera lo que le respondían. Después de todo, todo el tiempo que había invertido estudiando en Edo había servido para algo. También echa de menos el ensacado fresco y el sushi, los soba, los mochi, los dango. Se le hace la boca agua. Bebe té con valentía, pero sabe aún peor después de haberse imaginado los suculentos platos”.
Y no puedo terminar de comentar la gastronomía dentro de ésta fantástica novela sin dejar constancia de lo dicho en una conversación mientras degustan algunos dulces típicamente portugueses. “los portugueses habían dejado toda clase de cosas prácticas: armas de fuego, pan, tempura y bizcocho“.
Me gusta cuando un libro te hace viajar en el tiempo y en el espacio con la comida, siempre es la mejor manera en mi caso de recordar las cosas ;o)
Besos,
Palmira
Aquí nos damos cuenta de lo importante que es la comida en cada civilización y cada época. Lo que marca, formando parte indispensable de la cultura de cada pueblo.
Besotes ricos, ricos!!!
Si, hay ocasiones además, como me ha pasado con éste, que te descubren un mundo.
Besos.
Es verdad, y es una pena que algunas veces se haya perdido justamente porque quedan constancia de grandes cosas y no de algunas tan cotidianas.
Un beso.