El algoritmo de Dios, de Salvador Sagrado

Publicado 28 diciembre, 2013 por Marhya en Cultura, Literatura / 6 Comments

Me resulta complicado escribir la reseña de “El algoritmo de Dios”, de Salvador Sagrado, en parte porque también complicado es el libro, pero no únicamente por ello. No he conseguido meterme en ningún momento en la trama, que parece escrita como si de un best seller se tratara pero obviando lo más importante en un best seller y es que el lector se sienta intrigado, enganchado y con ganas de seguir leyendo.

Sé que el libro tiene buenas críticas, y quizá simplemente sea que es demasiado diferente al tipo de literatura que normalmente disfruto, pero la verdad y sintiéndolo mucho, he sido incapaz de disfrutar de su lectura. Es más, he sido incapaz de interesarme en lo que estaba leyendo, que es algo que raramente me ocurre. Y si lo he terminado, con hastío y desgana (lo cuál no ayuda nada a comprender mejor la lectura, lo sé) ha sido única y exclusivamente porque me había comprometido con el autor a leerlo y comentarlo en el blog. Lo siento, Salvador, probablemente (seguramente) no sea el tipo de lectora que merece tu libro, pero en los momentos de mayor desgana en la lectura bien hubiera dicho que yo como lectora no me merecía tener que lidiar con la novela.

La novela comienza en un futuro cercano, cuando una periodista valenciana afincada en San Francisco recibe un correo electrónico de un desconocido que parece saber demasiado de ella misma. Ese desconocido parece tener mucho que ver con algunos sucesos de relevancia internacional ocurridos no mucho tiempo atrás. Entrevistarle en exclusiva para el mundo entero es una oportunidad única para cualquier periodista, y Patricia se enfrenta a ello sin estar preparada para lidiar con semejante personaje.

En fin, empecé la novela con mucho interés pero estaba todo tan enredado que lejos de despertar mi curiosidad y mis ganas por saber más, a cada vuelta de tuerca nueva sin llegar a alumbrar mínimamente algo de lo anterior, me iba desapegando y desinteresando más por lo que tenía entre manos. En muchísimas ocasiones tenía la sensación de que el autor daba por hecho que el lector ya sabía cosas que realmente desconocía, no sé si es únicamente una sensación mía o les ha ocurrido a más lectores. Parecía como si el misterio o intriga fuera una parte de un todo, y eso hubiera estado bien; comprendes una parte y te intrigas por las demás, pero realmente el todo era una incógnita que el lector, en principio, desconocía por completo y tener que rellenar tantos huecos, no partir de nada que te atrape (o al menos a mi nada me atrapó) desde el principio, es dejar todo demasiado en el aire, tener mucha fe en el interés de los lectores en una novela que en un principio no ofrece nada a lo que agarrarse.

Pero a veces hay libros complicados que luego resultan una maravilla, así que seguí leyendo esperando que aunque surgieran nuevas dudas se despejasen algunas cosas para poder, al fin y de una vez por todas, ubicarme. Y sin embargo, lejos de ello, llego a un capítulo ocurrido durante la guerra (bueno, la posguerra en realidad) civil española que me deja totalmente a cuadros; con un Alferez de la Guardia civil de una crueldad tan absurda  y extrema que podría llegar a tildarlo de caricaturesco y un ¿niño prodigio? tan irreal e increíble que más que dar grima, se difuminaba como persona y como personaje. Ambos me parecían tan irreales, tan poco faltos de credibilidad como personajes, que ahí ya desconecté por completo y el resto del libro lo he leído con desgana de autómata, sin ningún interés más allá al de llegar al final. Y, como he dicho antes, única y exclusivamente porque me había comprometido a leerlo.

Por supuesto, soy plenamente consciente de que dicha actitud no ayuda en nada a entender la novela, a interesarse por la trama y a engancharse a ella, estoy de acuerdo. Pero tuvo 134 páginas anteriormente para haber modificado mi actitud ante la novela y otras más de 300 para hacerme cambiar de opinión después en algún momento dado, y nada de nada.

En fin,  ya sabéis lo torturante que resulta leer un libro por obligación que no quieres leer. No hace falta que os lo cuente, ¿verdad? Pues eso.

Me gustaría decir algo bueno del libro, al fin y al cabo el autor se tomó la molestia de contactar conmigo para pedirme que lo leyese. Pero lo siento, no se lo encuentro, echadme la culpa a mi si os parece; no es el tipo de libros que me entusiasman, mi cabeza no da para más…. lo que os parezca. Pero no he encontrado nada. Sé que otros si se lo han encontrado, así que quizá vosotros pertenezcáis a ese otro grupo. Tengo que decir que hablar en estos términos cuando alguien ha tenido el detalle de creer que una es buen lector y comunicador para dar a conocer su primera novela, no es sencillo, pero no puedo ser hipócrita y contar que me ha gustado algo que no lo ha hecho. Sería traicionarme, engañaros a quienes me leéis y esperáis conocer mi opinión y no creo que fuese tampoco lo que espera el autor. Ante todo, sinceridad, y con sinceridad debo decir que ojala la novela tenga lectores que sepan apreciar lo que yo no he sabido encontrar en ella.

La novela está publicada por Ediciones Dauro, consta de 464 páginas y su precio es de 19 euros.

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6 Responses to “El algoritmo de Dios, de Salvador Sagrado”

  1. Hola wapa, no creo que me lo lea, el que me acabo de terminar ha sido El héroe discreto de Vargas Llosa y me ha super encantado, me engancho muchíiisimo, vamos que me lo he leido en dos días, jaja! un besazo y que continúen las felices fiestas!

  2. Estimada Marhya.

    En primer lugar he de darte las gracias por muchas cosas: Gracias por aceptar mi propuesta de leer mi novela y reseñarla, por haberlo hecho y finalmente por ser sincera. Gracias por reconocer que “el libro tiene buenas críticas, y quizá simplemente sea que es demasiado diferente al tipo de literatura que normalmente disfruto”, incluso por afirmar que “probablemente (seguramente) no sea el tipo de lectora que merece tu libro”. Es más, gracias por la nobleza de reconocer que “tu actitud no ayudó en nada a entender la novela, a interesarse por la trama y a engancharse a ella”

    Para serte sincero, me extrañaba no recibir ninguna crítica radicalmente opuesta a la novela, pues ciertamente pretendí una obra diferente y exigente. Es más si algún lector me dijera como opinión simplemente las frases: ‘está muy bien escrita’ o “es una novela que te atrapa de principio a fin’ o ‘me recuerda a la novela…’ me sentiría decepcionado, pues justo es lo que evité al escribirla.

    Supongo que al menos te habrás percatado en que no escribí una novela blanda, lineal, corriente, políticamente correcta, puramente fantástica, fácil de encasillar y sobretodo, pensada únicamente para entretener. Mi lector objetivo ideal tiene que implicarse en la obra, estar dispuesto a reflexionar e incluso, aportando criterio, poder valorar las ideas deslizadas en la novela como opciones viables y válidas de futuro (siempre debatibles).

    Sin embargo, más allá de tu subjetividad y tu mencionada “desgana”, hay un comentario tuyo que me ha sorprendido sobremanera y no puedo dejar de contra-comentar. Ya que has sido sincera la obra, lo seré yo también con la reseña. Como científico estoy acostumbrado a medir mis textos, o los que yo tengo que censar de otros, por su rigor. Siento decir que el siguiente comentario tuyo carece de rigor objetivo. Tal comentario es “…llego a un capítulo ocurrido durante la guerra (bueno, la posguerra en realidad) civil española que me deja totalmente a cuadros; con un Alférez de la Guardia civil de una crueldad tan absurda y extrema que podría llegar a tildarlo de caricaturesco y un ¿niño prodigio? tan irreal e increíble que más que dar grima, se difuminaba como persona y como personaje. Ambos me parecían tan irreales, tan poco faltos de credibilidad como personajes, que ahí ya desconecté por completo y el resto del libro lo he leído con desgana de autómata…” Creo que si consultas la bibliografía, descubrirás que el número de muertes generadas por el alférez en ese capítulo de mi novela resulta ridículo comparado con bastantes hechos reales, por citar dos ejemplos: La matanza de Paracuellos o la Masacre de Badajoz (basta Wikipedia para que te hagas una idea). En cuanto a si un hombre puede llegar a ser impensablemente cruel, basta con repasar los experimentos de los médicos de la muerte nazis (es suficiente con que eches un vistazo a la biografía de Josef Mengele). Además, no se si por tu declarado desinterés por leer el resto, no te diste cuenta que dicho alférez tenía incluso un motivo traumático para ser como era (aunque no sirva para justificar sus actos; ese es otro tema). Respecto a los calificativos sobre el niño prodigio (da “grima” y se “desdibuja como persona”) creo que manifiestan superficialidad por tu parte. Hay tantos casos de genios y de niños prodigio documentados que no sé por donde empezar. Te diré que Thomas Young fue un niño prodigio que podía leer a los dos años y había leído la Biblia dos veces a los cuatro (para que veas que mi niño-genio no es tan “irreal” como lo vendes); durante su juventud estudio una docena de idiomas y aprendió a tocar una gran variedad de instrumentos musicales; fue el primero que logro avances significativos en el descifrado de jeroglíficos egipcios y es reconocido por sus experimentos de interferencia y difracción de la luz, demostrando la naturaleza ondulatoria de ésta. No es todo, realizó estudios de materiales proponiendo una medida de la rigidez de diferentes materiales conocida en la actualidad como módulo de Young y fue también el fundador de la óptica fisiológica. Lo digo por las conexiones posteriores en la novela (que no vamos a desvelar), sin mencionar su permanente lucha contra su enfermedad (rara, pero también real). Pero no es una excepción; basta con buscar un poco más: Akrit Jaswal a los siete años realizó con éxito su primera cirugía o Jacob Barnett a la edad de ocho años comenzó a asistir a la Indiana-Purdue University de Indianapolis, para tomar clases avanzadas de astrofísica y trabar en la ampliación de la teoría de la relatividad de Einstein. En fin Marhya, creo que para opinar con cierta objetividad hay que documentarse antes.

    Resumiendo, una cosa es que no te guste un personaje o como se le describa en una novela y otra que taches de “irreales” a seres, que aunque de ficción, son sin embargo compatibles con la realidad humana conocida (pues existirá una desconocida). Además, pensar que no habrá en el futuro seres que nos asombren por sus actos o aptitudes, para bien y para mal, comparados con los que ya han existido, resulta un tanto inocente.

    Si algo he tratado de hacer, es crear ficciones verosímiles, tanto del pasado reciente como proyectadas al futuro próximo (y me he documentado para que así fuese). También me sorprende que te hayas centrado en un acto de crueldad “extrema” del capítulo dos y no hayas mencionado los descritos en las páginas 412-416 (capítulo VIII), que para mí y bastantes lectores son incluso más fuertes (aunque igual de verosímiles).

    En fin, gracias una vez más por ser fiel a mi proposición, aunque para el futuro te aconsejo que jamás leas por obligación (excepto que cobres por ello). Creo que la libertad está por encima de todo. Hubiese bastado con que me enviaras un mensaje diciendo que el arranque da la novela te parecía demasiado complejo y que en un momento dado no te apeteció continuar. Te aseguro que lo hubiese entendido, pues por desgracia, yo no siempre leo lo que me apetecería. Por ello, no eres menos sincera o seria. Y ánimo, creo que haces un gran trabajo de tu hobby.

    No siempre se coincide, pero lo interesante es el debate y que podamos opinar libremente sobre las cosas, unos y otros.

    Salvador

  3. Esprobable que para comprenderla haya que disponer de un bagaje cultural del que carezco, todo es posible. Pero como no se indica ninguna preparación previa a la lectura, simplemente he dado mi opinión sobre la misma.
    Si menciono como cruel ese capitulo o escena no es porque sea lo más cruel que haya leído en mi vida ni en la historia, es porque ese es el punto de inflexión en el que dejo de interesarme por el resto, es ahí donde ya siento que me desconecto de la misma.
    Por supuesto, la realidad supera la ficción.Hay seres inmensamente más crueles de lo que nos podemos imaginar y seres inmensamente más inteligentes de lo que nuestra comprensión alcanza, pues si, pero presentados de según qué manera pueden resultar creíbles o increíbles. He leído docenas de novelas donde me parecía creíble la existencia de vampiros, hombres lobos u otro tipo de seres cuya existencia no albergaba lugar a dudas tal y como estaba presentada, sin embargo hay novelas y lo siento, así me pareció con estos personajes, en que quizá personajes reales no me den sensación de credibilidad.
    De todos modos yo no juzgo tu trabajo, comento mis impresiones y sentimientos al leerlo, y ahí si que no tengo nada más que añadir; si el niño me dió grima, pues me la dió. Mal por mi parte, bien por mi parte, lógico, ilógico o lo que sea, fue la sensación que tuve y así la cuento. Lo que ocurra o no a posteriori en la historia no es algo que tenga incidencia en mi sensación en el momento en que leo ese capítulo,el que me hace “click” para sentirme así de desganada, porque aún no se ha llegado a ello. No sé si me explico bien o como un libro cerrado.
    En fin, Salvador, que estoy segura de que muchas personas aprecian y apreciarán tu obra y siento no haber sido una de ellas; yo soy la primera interesada en disfrutar con lo que leo, porque leer algo por obligación y no disfrutarlo, no es muy agradable, la verdad.
    Un abrazo, y buena suerte.

  4. Estoy bastante acostumbrado a debatir con censores que juzgan mi trabajo profesional, y aunque haya disparidad de opiniones, creo que siempre hay algo valioso detrás de cada opinión, incluso subjetiva, incluso muy distinta a la mía. Estoy seguro que también lo hallaré en esta ocasion y me servirá para el futuro. Así que lo añado a los agradecientos de mi primer comentario. Espero que en ese futuro puedas llegar a leer algo mío que te llege más (pero solo si te apetece, ¿eh?). Hasta siempre, Salvador.
    Feliz y fructífero 2014.