Sara Gruen, la autora de “Agua para elefantes”, nos presenta como protagonista y narrador a un mismo hombre, Jacob Jankowski, en dos etapas muy diferentes de su vida: como un nonagenario y en la plenitud de su primera juventud. Y en ambas, la comida dice mucho más de los personajes de lo que uno pueda imaginar.
El anciano Jacob ansía comer comida de verdad. Los purés y las gelatinas le recuerdan que no está en su mejor momento y no quiere dejar de ser considerado un hombre para pasar a ser considerado un deshecho humano, ansía masticar y recordar los sabores (las vivencias) de otros tiempos. Hay un párrafo al inicio de la novela que lo expresa muy bien: “-Bueno, ¿y qué tenemos en el menú de hoy? -gruño mientras me llevan al comedor-. ¿Gachas? ¿Puré de guisantes? ¿Papilla? Ah, déjame que lo adivine, es tapioca, ¿verdad? ¿Es tapioca? ¿O esta noche nos toca arroz con leche?
-¡Ay, señor Jankowski, es usted tronchante -dice la enfermera sin expresión. l Sabe muy bien que no hace falta que responda. Siendo viernes, hoy nos toca la nutritiva y nada interesante combinación de pastel de carne, maíz a la crema, puré de patatas instantáneo y una salsa que quizá haya visto un trozo de carne alguna vez en su vida. Y no entienden por qué pierdo peso.
Ya sé que algunos residentes no tienen dientes, pero yo si, y quiero un buen asado. Como el de mi esposa, con sus rígidas hojas de laurel y todo. Quiero zanahorias. Quiero patatas hervidas con su piel. Y quiero un intenso y aromático Cabernet Sauvignon para bajarlo todo, no zumo de manzana envasado. Pero, sobre todas las cosas, quiero una mazorca de maíz.
A veces pienso que si tuviera que elegir entre hacer el amor y una mazorca de maíz, elegiría el maíz…”.
Un circo llega a instalarse frente al geriátrico, despertando así los recuerdos de Jacob y su vida en el circo, pero también los recuerdos golosos de la infancia de algunas residentes: las manzanas de caramelo, los cacahuetes tostados, las garrapiñadas, la limonada, los helados…
Pero para Jacob el circo no es un recuerdo de infancia si no un recuerdo de juventud. En los complicados años de la Gran Depresión y en un complicadísimo momento de su vida, cuando el hambre empujaba a tantas personas a lanzarse a los caminos quizá en una huida, quizá en la búsqueda de algo mejor, él llega al circo. Allí, la carpa de comidas es un claro reflejo del circo como sociedad; las diferentes clases (artistas, peones…), dónde se sientan, qué comen unos y otros… Y siempre hay que entrar dejando un ticket al hombre de la puerta, pues en una época con tanta hambre, siempre puede colarse algún valiente (o algún desesperado) al olor de las salchichas, , las patatas con cebolla, las calientes lonchas de jamón o los huevos cocinados de mil maneras.
Jacob, que llega como simple peón y asciende en consideración por sus estudios de veterinaria, entabla amistad con una pareja de artistas: August, el director ecuestre y su esposa, la bella y joven Marlena, de la que Jacob se acabará enamorando. Invitado por ellos en una cena disfruta de unos lujos gastronómicos que no hubiera podido siquiera soñar: bisque de ostras, costillas con patatas cocidas y espárragos a la crema, ensalada de langosta y pudín inglés de fruta con salsa de brandy. Pero los lujos, como las amistades y el amor, pueden no durar para siempre. O si.
Esta novela está en mi lista de pendientes, y la historia que nos cuenta me anima todavía más.
Es cierto que nuestros recuerdos están vinculados con la comida, es una parte central en nuestras vidas :o)
Besos,
Palmira
Palmira, una novela preciosa, creo que te encantará.
Besos.
Muy interesante la novela. Además me siento identificada… me gusta la comida de verdad y no puedo negarlo. No soporto el puré envasado ni comida de mala calidad….
Fran, si se te pone a mano, no dudes en leerla, merece mucho la pena.
Besos.
Tengo que buscarla o apuntarla para no dejar de leerla, me encantó.
Un beso.
Me ha dado mucha ternura lo que el protagonista añora…¡¡qué poco reparamos en las necesidades reales de nuestros mayores!! Tratamos de que se acomoden a nuestras necesidades para que molesten lo menos posible, nunca nos acomodamos a las suyas.
Kako, seguro que ahora con el éxito de la película no hay problema para encontrarla incluso en alguna biblioteca pública. Merece la pena.
Besos.
Es verdad, Lola, tienes toda la razón. Me pareció un párrafo precioso porque dice mucho más de lo que parece.
Un beso.