De cocina y literatura: el arte de amar

Publicado 3 febrero, 2012 por Marhya en De cocina y literatura / 6 Comments

Hace unos días (aquí) os hablaba de lo muchísimo que había disfrutado leyendo “El arte de amar”. Hoy quiero hablaros de cómo la autora se apoya en la gastronomía para dar color a la ambientación de la misma, sobre todo.

En 1933, en Londres, la protagonista, Polly, es una pintora que sobrevive con algunos trabajos mal pagados. En el cuarto que tiene alquilado en una casa de huéspedes tiene un hornillo donde prepararse una sopa o calentar e agua para el té. Una dieta más que modesta que poco tiene que ver con otros ambientes en los que se mueve.

Roger Harrington es el prometido de Polly, un médico que pertenece a una más que acomodada familia de hombres y mujeres dedicados a la medicina. Roger sería el yerno ideal para cualquier mujer, pero no es así para la madre de Polly. Los domingos la joven acude a comer con su prometido a casa de los padres de él. “los domingos, los almuerzos  en la casa de los Harrington eran siempre iguales: sopa, un trozo de carne asada y pastel. Siempre abundante, espléndidamente presentado, delicioso. Hoy había sopa cremosa de puerro y patata, seguido de Rosbif y pudín de Yorkshire, patatas asadas, nabo y repollo a la manteca”.

En el Londres de entreguerras, otros personajes que van adquiriendo relevancia a medida que avanza la novela, también llevan una vida mucho más desahogada que la de Polly, y eso se ve, entre otras cosas, en las comidas de las que disfrutan, Por ejemplo el capítulo en el que conocemos a Max y a Pritchard (no desvelaré quienes son ambos hombres para que puedas descubrirlo al leer la novela), quienes discuten cuestiones relevantísimas para la trama de la novela en torno a la mesa de un viejo pub ubicado en una antigua posada. Tras servirles una jarra de cerveza el camarero “recomendó el cordero galés, que estaba excelente o, por supuesto, también  el famoso pastel de carne y riñones de la posada. – Lo preparan a la manera tradicional, con ostras”. Posteriormente les ofrecen para el postre un pastel de manzana servido co natillas o con crema, según prefieran.

La segunda parte de la novela transcurre en Francia, un lugar a donde Polly llega invitada por su adinerado amigo Oliver para pasar la Navidad. También allí se aprecia, a través de la comida, quienes llevan una vida más modesta y quien más opulenta. Unos toman salchichón de ajo, vino tinto y pan au chocolate, los otros brindan con champán y piden sin mirar el precio en un buen restaurante daurade à la dugléré y île flottante.

Max disfruta en la Riviera francesa de unos días con su hermana, en cuya casa se aloja, y la adolescente hija de ésta. En su primera comida en el país les sirven una sopa de puerros y un salmón con “hinojo, manteca, aceite de oliva y jugo de limón, simple y perfecto”.

La comida que se sirve en la casa de los Fraddon (la del padre de Oliver) no es menos sabrosa ni apetecible. Por ejemplo, en una cena a la que acuden interesantes invitados (muchos de los cuáles serán para Polly, más adelante, más que unos simples conocidos), se sirven platos como el consomé Grimaldi, pescado, perdiz y cordero rosado. Antes de servir el postre (un pequeño trozo de tarta con bayas rojas y negras glaseadas colocadas primorosamente) se ofrece a los comensales un hielo verde a base de albahaca para limpiar  y refrescar el paladar.

Pero estando en Navidad en esa zona de Francia no podía faltar referencia a  alguna que otra preparación tradicional tal y como son el raïto o la bûche de Nöel.

No son las únicas referencias culinarias de la misma y sólo aparecen en la novela para ilustrar escenas o dar color y vida a la ambientación, principalmente, pero desde luego que si una lee así los platos, seguidos, le dan ganas de ir corriendo a la cocina a preparar algo así de delicioso.

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6 Responses to “De cocina y literatura: el arte de amar”

  1. Me quedo con el salmón y su aliño, que en casa tomo mucho y me gusta variar; y con el detalle del hielo de albahaca… ¡¡¡Vaya punto!!!

    Besotes y buenas noches!!!

  2. No me llaman mucho la atención los típicos pasteles ingleses de carne pero esas sopas cremosas…..uhmmmmm!!!! Una entrada muy interesante. Un beso