El último tren a Estambul, de Ayse Kulin, es uno de los últimos libros que he leído. Un día después de empezarlo comenzó la última escalada de violencia en Oriente Medio, y ha sido un poco extraño combinar esta lectura basada en hechos reales y ambientada hace casi 80 años con las noticias actuales.
El último tren a Estambul: de qué va.
Ankara, 1941. Sabiha, la joven hija de uno de los últimos Pachás del Imperio Otomano y esposa de un alto empleado del gobierno turco, Macit, está desencantada de la vida, deprimida y preocupada por las noticias sobre la guerra que llegan desde distintos puntos de Europa. Día tras día solo puede pensar en su hermana pequeña, Selva, que vive en Francia.
Selva se crió en el ambiente más cosmopolita de Estambul, aprendió idiomas, discutía de política e ideas de progreso y modernidad con su padre y era una chica feliz. Se enamoró de un compañero de clase, Rafo, judío de ascendencia sefardí. Y fue rechazada por la familia al iniciar su relación con él.
Tras el intento de suicidio de su padre, incapaz de soportar la vergüenza de que su hija se casara con un judío y tras el rechazo de la familia de él por ver a su hijo emparejarse con una chica musulmana, Selva y Rafo se van a vivir a Francia sin saber lo que va a suponer para ellos el inicio de la 2ª Guerra Mundial y la ocupación del país por parte de los nazis.
Sabiha combina la preocupación por Selva con un grave complejo de culpa. Cree que los celos que sentía de niña por su hermana pequeña y cómo animó la relación de Selva y Rafo para pasar más tiempo a solas con Macit cuando eran novios sin que ella sirviese de carabina, han puesto a su hermana en peligro de muerte. Todo ello unido a la falta de atención de su esposo, demasiado inmerso en mantener la neutralidad de Turquía y el país a salvo de la guerra, hace que empiece a aislarse de sus amistades y a vivir en permanente estado de miedo, soledad y tensión.
Solo se siente bien con Tarik, empleado de su marido y la única persona que siente en ese momento como un amigo que la escucha. Aunque su relación comenzó por mediación de Macit para que Sabiha diera clases de francés a Tarik, las conversaciones han llegado a hacerles muy cercanos. Para ella, él es la única persona que la escucha y con quien se puede abrir. Para él es un amor platónico e imposible.
Cuando Tarik es enviado a trabajar a la Embajada de Turquía en París, Sabiha le pide que se ponga en contacto con Selva y su familia, que viven en Marsella, y cuide de ellos, sin saber que con ello va a favorecer el inicio de una operación secreta que ayudará a turcos residentes en Francia y a judíos de otras nacionalidades a escapar de la ocupación y viajar hasta Estambul.
Mi opinión sobre el bestseller inspirado en hechos reales de Ayse Kulin.
En estos momentos complicados en los que he leído El último tren a Estambul una se pregunta cómo el ser humano puede ser tan cruel y tan idiota de repetir errores pasados. Cómo las víctimas se pueden convertir en verdugos en una espiral imparable a lo largo del tiempo y cómo asistimos al horror y la muerte de inocentes desde la seguridad y comodidad que nos da la distancia. Y cómo son siempre los civiles los que sufren por las decisiones de otros.
Sin ahondar más en la actualidad, voy a tratar de opinar solamente del libro. Me ha gustado mucho. Enseguida me he sentido dentro de la historia y solo quería seguir leyendo para saber más.
Al principio me he despistado un poco con algún nombre. Es algo que me pasa cuando leo novelas en las que los personajes tienen nombres poco usuales. Pero ha sido algo breve, tras anotar un esquema sencillo me he quedado con todo.
El último tren a Estambul es una novela que por lo demás se lee fácilmente. Es amena, es entretenida, y aunque más o menos podemos imaginarnos bastantes cosas, no es tan evidente como para que desilusione.
Para mi ha sido una buena lectura. Eso sí, entiendo que quizá no sea la lectura ideal para este momento.
No es que sea muy dura y explícita en lo cruel, está más bien latente y es algo que saber pero que no muestra de forma clara sino que deja más bien como una sensación de peligro latente. Pero en el estado actual del mundo entiendo que puede resultar difícil para muchas personas. Yo hubiera preferido haberlo leído en otro momento, pero las cosas han salido así.
